martes, 5 de junio de 2012

Una fábula de rock and roll.

Una fábula de rock and roll, la frase con la que comenzaba una película que tal vez no pase a la historia del cine, pero que a mi todavía me pone los pelos de punta. La película en cuestión era Calles de fuego, de Walter Hill,-que ha firmado entre otros títulos CrossroadsLímite 48 horas o El último hombre-, un cuento contemporáneo del rock, con estética a medio camino entre el cómic y el videoclip y alma de western. 
Quizá el argumento de Calles de fuego no sea demasiado original: durante un concierto de la estrella de moda, Ellen Aim -interpretada por Diane Lane- la banda de moteros conocida como los Bombarderos y capitaneada por Raven Shaddock -un genial Willem Dafoe- irrumpe en el escenario y secuestra a la cantante. Reva Cody, escribe a su hermano Tom -Michael Paré- pidiéndole ayuda, éste acude pero en principio se opone a rescatar a la que había sido su novia. Tras varias peleas, robos de coches y discusiones Tom Cody negocia el precio de su ayuda con el representante y actual novio de Ellen, Billy Fish -al que da vida Rick Moranis-. Ambos y una soldado de fortuna en busca de empleo -Amy Madigan- se internan en la Bateria, refugió de los Bombarderos, y tras rescatar a Ellen Aim consiguen huir. Como era de esperar, el viejo amor entre la cantante y el tipo duro renace durante la huida. Sin embargo, Raven Shaddock buscará venganza y él y Cody deberán enfrentarse en una duelo final en el que por supuesto el héroe vence. Finalmente, Cody renunciará al amor de Ellen por considerar que no puede competir con su carrera como cantante, todo al más puro estilo de un western.
Considerada una película menor, como todo el cine de Hill, al que se ha menospreciado por ser un director de acción, tiene un ambiente y un estilo inconfundible que atraen de manera poderosa. El comienzo nos sitúa en otro tiempo, otro lugar, una ciudad posindustrial con vehículos de los años 50 y personajes con looks donde se mezclan las estéticas del punk y el glam con las de rockers o moteros. La cinta cumple con su palabra y ofrece una verdadera fábula del rock and roll, no sólo por el argumento y los diálogos, que parecen sacados de una balada heavy de los 80', sino sobre todo porque la música se convierte en el personaje más importante, creando una atmósfera propia que la convirtió en un film de culto . 




Por eso, si hay algo destacable e imprescindible en la cinta es su banda sonora, no en vano la partitura está escrita por todo un especialista, el grandioso Ry Cooder, y cuenta con varios temas inolvidables de otros grupos, por ejemplo, Nowhere fast con el que empieza el concierto de Ellen Aim dando una sensación de ritmo que va a durar durante buena parte de la película.
La música original de Cooder da a las escenas ese ambiente fronterizo e indefinible que nos lleva de la road-movie al western, con sus guitarras slide y sus distorsiones imposibles que agregan oscuridad, tenebrismo o adrenalina a la acción . Cooder reinterpreta clásicos como Johnny Be Good de Chuck Berry, o Rumble de Link Wray, añadiendo material propio en la que era su tercera colaboración con el director Walter Hill tras The Long Riders, 1980 y Southern Comfort, 1981.
Otro momento inolvidable es la actuación en la Batería, escondite de Shaddock, del grupo The Blasters,- que también participaron en la Banda Sonora de Abierto hasta el amanecer- interpretando los temas One Bad Stud y Blue Shadow mientras una stripper baila sobre la barra del bar.
Una fábula de rock and roll, una película de culto, un western de bandas callejeras, un cuento de otro tiempo, de otro lugar, todo eso es Calles de fuego.





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